viernes, 26 de enero de 2018

Tras las huellas de... Carlos IV, el eterno Príncipe de Viana (I)

No he podido escribir la historia de Charles, Príncipe de Viana, sin derramar lágrimas, sin sentir que la sangre se helaba en mis venas, sin clamar venganza. Fue el príncipe perfecto con un padre que no se merecía. Y cargó durante toda su vida con las consecuencias del testamento de su madre, aunque ella lo redactara para evitar, justamente, lo que sucedió. Guillem Gibert, testigo de su fallecimiento, escribio: "Jesús beneyt, no l´as lexat regnar perque rey sant algú no´l merexia". (Jesús bendito, no le has dejado reinar, porque rey santo nadie lo merecía).
Tras morir, el pueblo lo aclamó como santo y dicen que hasta el siglo XVII se le atribuyeron milagros en Poblet. En el Dietari de Safort apuntaron el día de su fallecimiento con esta nota: "Sant Karles, promogenit d´Aragó e de Sicilia", cita que completaron con esta otra: "Aquest die comença de fer miracles lo beneyt senyor don Karles".
No te pierdas la primera parte de la fascinante historia de Charles, Príncipe de Viana, hoy en las páginas de Diario de Navarra.

¡Real, Real, Real!

• Nació en Peñafiel, el 29 de mayo de 1421.
El Príncipe de Viana rodeado de sus insignias
• Un año después, con su madre Blanca y escoltados por Pierres de Peralta, llegó al reino de Navarra para ser educado aquí, según dictaba la tradición y las capitulaciones matrimoniales de sus padres.
• Fue heredero de Navarra y Aragón.
• Creció en la selecta corte de Olite.
• Tuvo los mejores tutores y preceptores, entre los que se encontraban Juan de Beaumont, Martín de Peralta, el bachiller Alfonso de la Torre, el poeta Pedro Torréllas y el maestroescuela Fernando de Cialdiano.
• Literato, exquisito en sus formas y maneras, apasionado por las artes y las ciencias, participó incluso como actor en algunas representaciones teatrales.
• Se casó con Agnes de Cleves, aunque su amor de juventud fue María Armendáriz, de la que tuvo una hija, Ana de Navarra.
• Blanca dejó estipulado en su testamento una cláusula en la que rogaba a su hijo que, aunque le correspondía intitularse rey de Navarra y duque de Nemours a su muerte, no tomara dichos títulos sin la benevolencia y bendición de su padre. Con esta intención acudió a Santo Domingo de la Calzada, a finales de noviembre de 1441, para pedir la venia a don Juan. Este se la negó y le nombró lugarteniente.
• Las intrigas de don Juan, que alimentaron las desaveniencias no solo entre él y el Príncipe de Viana, sino entre las facciones beaumontesas y agramontesas del reino, derivaron en una guerra civil.
• En 1449 se vio claramente que las posiciones entre padre e hijo eran totalmente irreconciliables.

domingo, 21 de enero de 2018

El grito almogávar

Almogávares, los guerreros que conquistaron Neopatria. B.P.
Mis libros nacen del corazón en el instante en que un nombre, un hecho, un lugar es capaz de presionar las teclas adecuadas de mi alma. Se alimentan de palabras, de sentimientos, de hechos, de verdades, de lealtades, de mentiras, de traiciones... y siempre, siempre, crecen al compás de un pentagrama. Por eso, cada uno de mis libros tiene una banda sonora especial.
La de Bajo las cenizas de la Navarrería se engendró con un grito almogávar y tiene el sello de Lurte.
Paseaba yo una tarde por las calles engalanadas de la Pamplona medieval; esas que se transforman en el mes de septiembre y por las que yo procuro transitar todos los años, cuando tropecé con ellos. No recuerdo cuál de sus temas interpretaban, pero recuerdo que no pude resistirme a seguirles. Cuando se detuvieron, me acerqué a ellos y me hablaron de su música y de la inspiración que los almogávares tenían para ellos. ¿Casualidad que yo estuviera empezando a escribir los capítulos en que los almogáveres aparecían en mi novela?
Les pedí que me recomendaran uno de sus trabajos y me mostraron Última Frontera. Lo compré. Y esas canciones acompañaron a mis personajes y me sirvieron de inspiración para dar un poco más de empaque a los almogávares. Es cierto que no tienen un peso muy importante en la novela, pero me encantó recrearlos al compás de las notas de los últimos almogávares. Y luego Lurte se quedó conmigo, acompañándome no solo en la escritura final, sino durante todo el tiempo que duraron mis correcciones y el repaso del texto. Y creo que Martín Almoravid tiene algo de sangre almogávar en sus venas.
Pedres de foc, Diyas de Nieu, Sonius de Tesalia, Sangre y barro... y mis preferidas: Viento y marea y La luz del alba, que junto a Brindis de la taberna, del album Neopatria, dotaron de sonido a las páginas de mi novela.
!Gracias, Lurte!


El grupo Lurte por las calles de Pamplona. B.P.

¿Dispierta fierro! B.P.

viernes, 12 de enero de 2018

Tras las huellas de... Blanca de Navarra (II)

Hoy podéis leer en Diario de Navarra la segunda y última parte de la vida de la reina Blanca de Navarra. Una reina diplomática que incluyó en su testamento una cláusula que, sin pretensión, fue el detonante que privó a su hijo, el Príncipe de Viana, del trono de Navarra.

Blanca de Navarra. www.wikiwand.com/
• Se eligió al infante Juan de Aragón como segundo esposo de Blanca de Navarra.
• Juan delegó la negociación de las cláusulas de la boda a su procurador, Diego Gómez de Sandoval, aunque estuvo siempre puntualmente informado; hasta el punto de hacer que el rey Carlos III introdujera dos cláusulas que le beneficiaban de cara a ocupar el trono de Navarra.
• La boda se celebró el Pamplona, el 10 de julio de 1420.
• Blanca se volcó en la educación de sus hijos y en los asuntos de Navarra, mientras su esposo se dedicaba a guerrear en Castilla.
• Cuando nació su hijo Carlos, se trasladó a vivir al castillo de Olite, para que el heredero fue educado, según la costumbre y la obligación, en el reino que iba a heredar.
• Durante sus últimos años de vida su salud se resintió y se refugió en su fe religiosa.
• Murió en Santa María de Nieva (Segovia), cuando regresaba de una peregrinación al santuario de la Virgen de Guadalupe, en Extremadura. A pesar de su deseo de ser enterrada en Ujué, nunca se llevó a efecto.
• A su muerte, era su hijo Carlos, Príncipe de Viana, quien debía heredar el reino. Pero en su testamento dejó escrito que Carlos debía obtener el consentimiento de su padre antes de acceder a la corona navarra. Su padre se aferró al trono y nunca le dio su permiso, iniciándose una guerra entre las facciones beaumontesas (que apoyaban a Carlos) y agramontesas (que apoyaban a Juan II).