domingo, 20 de abril de 2008

Sigo sangrando

Cada vez que tú te equivocas, yo sangro. 
He planeado sobre la hierba fresca, he sentido el éxtasis de la victoria, me he estrellado contra el suelo y he sufrido el dolor del insulto. Tengo cicatrices en el alma que forman ya parte de mi historia. Algunas aún tienen el olor de la sangre fresca y sé que muchas de ellas nunca cicatrizarán. 
Me miro al corazón y veo la herida de Sevilla, la recuerdo bien por ignominiosa. Veo el gesto de don Iturralde González y el dolor vuelve a mí. ¡No era necesaria la pena máxima! Vuelvo a mirar y esta vez es don Ramírez González. Te equivocas, también. Pero te da igual. Y yo pienso: "¡Qué mala suerte! Y luego mi corazón se acelera y quiere bombear más sangre para sustituir a la que se ha ido.
Me pregunto qué pasará por su cabeza el lunes. Yo me moriría de vergüenza. Pero uno se acostumbra a todo, supongo. ¿También a equivocarse y seguir con la cabeza alta? Me imagino que sí.
Puede ser que la mediocridad se haya instalado en nuestras vidas y que no sepamos que podemos ser más, ser mejores. Una cosa es caerse cuando te han empujado y otra bien distinta simular tu caída. La diferencia es sutil, pero existe. Como no es lo mismo ser grande que parecer grande. Uno decide si quiere ser grande o si tan sólo quiere parecer grande.
Desde Preferencia Cubierta, de verdad, de verdad, que no era penalti.
Miro mis heridas, siguen sangrando, pero me siento viva. Mi sangre tiene el mismo color que la camiseta de mi equipo.

viernes, 11 de abril de 2008

Cuestión de altura
















A veces, sentimos que el peso de la cotidianidad se empeña en hacernos pequeños. Nos hunde en la mediocridad y en la melancolía. Es entonces, cuando más abajo nos parece estar, cuando nos damos cuenta de que sólo queda un camino; y esa senda nos dirige hacia arriba. Quizás sea el consuelo de los tontos pero, al menos, es un consuelo.
Pensemos, por un instante, que hay nubes encima de nosotros y busquémoslas porque en ellas van nuestros deseos, nuestros anhelos. Atrapémoslas cuando se quedan agarradas a las montañas.

jueves, 3 de abril de 2008

El bosque

Empezaré este blog con unas palabras de Henry David Thoreau:
"I went to the woods because I wanted to live deliberately. I wanted to live deep and suck out all the marrow of life, to put to rout all that was not life and not, when I had come to die discover that I had not lived".

Para los que no sepan inglés o no quieran traducir lo haré yo. Espero que correctamente:
"Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente. Quería vivir en profundidad y extraer todo el meollo de la vida para derrotar definitivamente todo lo que no significase vida y no descubrir, en el momento de la muerte, que no había vivido".

Cuando la vorágine de la vida nos arrastra, es bonito volver al bosque. Sentir la inmensidad de su verde, la mirada alta de sus árboles, los potentes rayos de sol matizando los colores a través de las hojas y de las ramas. Recorrer los pequeños espacios mientras se oye el crujir de las hojas que forman una manta en el suelo.