miércoles, 3 de diciembre de 2014

Tras las huellas de... Felipe I de Navarra

No os extrañe si no rezumo demasiada simpatía por el rey que condenó a Jacques de Molay, Maestre del Temple, a morir en la hoguera. Los que me conocéis ya sabéis mi debilidad histórica por los templarios. Pero el pasado 29 de noviembre se cumplieron 700 años de su muerte y eso llamó mi atención como para indagar en su historia, aunque ni siquiera se dignara a pisar estas tierras para ser coronado.
Se llamaba Felipe y la casualidad lo hizo rey de Navarra por matrimonio. Fue el segundo hijo de Felipe III de Francia y de Isabel de Aragón, nieto, por tanto, de san Luis de Francia. Tal vez esto no os diga demasiado, pero si os descubro que reinó en el país vecino como Felipe IV el Hermoso, quizá le pongáis rostro.
Philippe le Bel. www.biografiasyvidas.com/biografia/f/felipe_iv_elhermoso.htm
Nació en Fontainebleau el 1 de julio de 1268. Su destino lo decidieron dos hechos acaecidos siendo niño. El primero, la aparición en la corte francesa de Blanca de Artois con su pequeña hija Juana, heredera del trono navarro. Tras la muerte de Enrique I (22 de julio de 1274), rey de Navarra y conde de Champaña y Brie, y de su hijo, el infante Teobaldico (1273), la infanta Juana quedó como heredera de la corona navarra. Mientras los nobles navarros se enfrentaban por ver con quién debían casar a la infanta —el tema estaba entre desposarla con el heredero aragonés, cuyo adalid era Pedro Sánchez de Monteagudo, señor de Cascante, o con el heredero del reino de Castilla, cuyo valedor principal fue García Almoravid, señor de la Cuenca y de la Montaña—, Blanca (la reina viuda) huyó con su hija, que entonces tenía dieciocho meses, y se refugió en la corte francesa de su primo. Allí ambos decidieron comprometer a la niña con el segundo hijo de Felipe III. Y todo ello, sin contar con la nobleza navarra, como era costumbre. Al rey francés le sirvieron en bandeja el reino navarro, ya que desde entonces actuó como regente. El segundo hecho que marcó el futuro de Felipe I de Navarra fue la muerte de su hermano Luis, quien murió a los once años; al parecer, envenenado, lo que le convirtió en 1276 en el heredero del trono francés.
Felipe y Juana se casaron el 14 de agosto del año 1284 en la catedral de Notre Dame de París.  Tenía él 16 años y ella 13. Todavía se les espera en Navarra para ser coronados y jurar los fueros. 
Sello de Felipe I tras su boda con Juana I de Navarra. Puedes verlo en http://www.lebrelblanco.com/anexos/a0279.htm
Felipe, quien introdujo en Navarra la dinastía Capeta, ha pasado a la historia como el rey de mármol (por su pose estoico; parece que apenas pestañeaba) y como el rey de hierro (tenía una personalidad rígida y severa). 
El escritor francés Maurice Druon escribió sobre él una novela titulada precisamente El rey de Hierro, libro que, recientemente, ha caído en mis manos, con un prólogo, nada menos que de George R. R. Martín (autor que supongo no necesita presentación). Y en ese prólogo, R. R. Martin afirma que en su serie de novelas le han influido tanto autores de novela fantástica como Tolkien, Vance o Howard, como escritores de novela histórica, entre los que cita a Thomas B. Costain, Mika Waltari, Howard Pyle o Maurice Druon. Porque, dice, la serie de novelas del autor francés sobre los Reyes Malditos, cuya primera entrega dedica a Felipe IV, «has it all. Iron kings and strangled queens, battles and betrayals, lies and lust, deceptcion, family rivalries, the curse of the Templars, babies switched at birth, she-wolves, sin, and swords, the doom of a great dynasty... [...] And believe me, the Starks and the Lannisters have nothing on the Capets and Plantagenets». «Lo tiene todo. Reyes de hierro y reinas estranguladas, batallas y traiciones, mentiras y lujuria, engaños, rivalidades familiares, la maldición de los templarios, bebés cambiados al nacer, mujeres lobo, pecado, y espadas, la fatalidad de una gran dinastía. Y creedme, los Starks y los Lannister nada poseen de los Capetos y de los Plantagenets». 
Como se ve, las huellas de Felipe I de Navarra quedan bastante lejos de nuestro reino, al que siempre consideró una prolongación del de Francia. Hizo caso omiso de las costumbres y fueros de Navarra, y trató de regir el reino (siempre a través de gobernadores y cargos franceses) con el mismo brazo absolutista que impuso en Francia. Como recuerdo de su reinado, la encuesta que encargó el gobernador Guerin de Amplepuis para demostrar la ilegalidad de las Juntas de Infanzones. Aunque más parece que detrás de ella estuviera la mano de su padre Felipe III de Francia porque en 1281, cuando se realizó, Felipe I tenía 13 años. Muy al contrario, la reina doña Juana sí que dejó su huella en París. En esta ciudad fundó un colegio que hizo llamar de los Navarros o de Navarra, que alcanzó sobrada fama.

Pero volviendo a Felipe I, no hay duda de que, aunque lejos de Navarra, su vida fue azarosa. Trató de aumentar sus posesiones, fortaleció su poder, centralizó el estado y forzó una guerra contra Inglaterra para reivindicar las fronteras naturales de Francia. Tras la muerte de Bonifacio VIII, trató por todos los medios de nombrar papas franceses, afines a sus intereses y que él pudiera controlar (Benedicto XI y Clemente V). Y los llevó a Avignon. Sus más fieles colaboradores fueron Enguerrand de Marigny y Guillermo de Nogaret.
Pero el hecho más sorprendente de su reinado fue, sin duda, la persecución de los templarios. En 1307 encerró, entre otros, a su Maestre, Jacques de Molay, y a su lugarteniente, Geoffroy de Charney, preceptor de Normandía. Los mantuvo encerrados siete años acusados de herejía, sometiéndolos a continuas torturas. En 1314 los condenó a morir en la hoguera y la sentencia se ejecutó inmediatamente en la isla de los Judíos. Según el cronista de la época, Geoffroy de París, Jacques de Molay, antes de morir, maldijo al rey de esta forma: «Dios sabe quién se equivoca y ha pecado y la desgracia se abatirá pronto sobre aquellos que nos han condenado sin razón. Dios vengará nuestra muerte. Señor, sabed que, en verdad, todos aquellos que nos son contrarios, por nosotros van a sufrir. ¡Clemente y tú también Felipe, traidores a la palabra dada, ¡os emplazo a los dos ante el Tribunal de Dios! A ti, Clemente, antes de cuarenta días, y a ti, Felipe, dentro de este año!». Sea cierta o no esa maldición, la realidad es que el papa Clemente murió el 20 de abril. Guillermo de Nogaret, quien también había sido uno de los participantes activos en la persecución del Temple, falleció envenenado ese mismo año. 
En cuanto a Felipe I, murió tras ser atacado por un jabalí en una jornada de caza, deporte del que era muy aficionado. Era 29 de noviembre de 1314. Sus restos mortales fueron enterrados en la basílica de Saint-Denis. Por petición expresa suya, su corazón fue llevado a Poissy junto con la gran cruz de los templarios. Su tumba fue profanada en 1793, durante la revolución.
Nominalmente, Felipe dejó de ser rey de Navarra en 1305, al morir su esposa doña Juana. En ese momento, la corona recayó directamente en su hijo Luis le Hutin. Sin embargo, Felipe fue reacio a reconocer este hecho, pues en Francia imperaba la ley sálica; algo que en Navarra no se tenía en cuenta y la reina, por derecho, era Juana y no Felipe. En 1307, Luis vino a Navarra, por insistencia de sus súbditos, y fue coronado rey. Pero esa es otra historia.
Escudo de Juana de Navarra en el que están presentes los símbolos de Francia, Navarra y Champaña. http://es.wikipedia.org/wiki/Juana_I_de_Navarra

Escudo de Felipe I de Navarra y IV de Francia. http://es.wikipedia.org/wiki/Felipe_IV_de_Francia

Juana I de Navarra. http://es.wikipedia.org/wiki/Juana_I_de_Navarra
© Begoña Pro Uriarte
Bibliografía:
• Anales del reino de Navarra, José de Moret.
• Reyes de un Reyno, de Iñigo Arista a Catalina I. Alfonso Pascal Ros, Óscar Tejero y José Antonio Perales. Diario de Navarra.
• La Junta de los Infanzones de Obanos hasta 1281, Mª Raquel García Arancón.