lunes, 8 de septiembre de 2008

La mirada de Asier

Asier tenía 18 años. A sus padres, Mari y Maite, y a su hermana Leyre, se les está haciendo muy difícil asimilar su pérdida. Si medimos nuestra vida por lo que escuchamos decir a los demás, puedo aseguraros que la vida de Asier deja una profunda huella. 
Cuando aquel sábado, 23 de agosto, las campanas de la iglesia de Bigüezal anunciaron las cinco, el silencio recorrió el espacio como si se hubiera echado una manta que en pleno verano asfixia la razón. No hay palabras que describan con exactitud el desgarrador recuerdo de su familia; de unos padres aplastados por el dolor, de una hermana acongojada, de los familiares rotos... y de una novia que con el coraje y la pasión que da esa primera juventud daban pinceles de la vida de un joven comprometido, generoso, tímido y responsable.
Su familia donó todos sus órganos tras el accidente que sesgó su vida cuando iba a trabajar a la empresa familiar. Su padre anunció con orgullo y cariño que sus ojos, los ojos de su hijo, habían devuelto la vista a un niño de ocho años. Fue como si una pequeña sonrisa se abriera en medio de tanto sufrimiento. Asier seguirá viendo, seguirá mirando, seguirá sintiendo en cada uno de aquellos que compartieron su vida.

No hay comentarios: