No es que me haya sorprendido la muerte de Steve Jobs, porque era algo que se sabía que podía suceder en cualquier momento. -Precisamente este domingo, en el Semanal XL venía un pequeño reportaje sobre él y su mujer-. Pero no por eso he podido dejar de sentir una pequeña angustia dentro y una gran tristeza. El hombre que quiso cambiar el mundo, nunca dejó de imaginar, nunca dejó de creer, nunca dejó de crear. Porque también creó. Detrás de cada una de sus pequeñas genialidades, hay mucho de arte y de diseño.
Cuando el hombre se empeña en dejar su huella en el mundo pueden suceder dos cosas. O aparece un socavón lleno de cadáveres o un invento genial que hace felices a miles de personas y saca sonrisas de ellas. Agradezco que Steve Jobs haya sido una de estas últimas. Mi Mac y yo nos entendemos perfectamente.
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