viernes, 20 de marzo de 2015

Tras las huellas de... Sancho VI el Sabio

Llegué a Vitoria-Gasteiz siguiendo la estela de camisetas y bufandas rojas y, sin buscarlo, me encontré con las huellas del pasado. Huellas marcadas a fuego por caballeros aguerridos, corazones esforzados y valientes guerreros, que hoy descansan bajo el subsuelo de una ciudad moderna. Y me fui, como ellos, como un día marchó Martín de Chipia —supongo—, con el corazón sangrante, por tener que decir adiós, derrotados, a una ciudad que tuvieron que entregar a Alfonso VIII de Castilla en enero de 1200, tras cinco meses de asedio.
Vitoria. 18/03/15. B. Pro


Llegué a Vitoria-Gasteiz buscando oxígeno para un equipo que se ahoga, y encontré una ciudad tranquila y una grada entregada. Y me salieron al paso guiños que me hicieron evocar otros tiempos, otros nombres, otros hombres que lucharon, —de otra forma por supuesto y con otros fines—, por defender la recién fundada ciudad de Vitoria.

Farola de Vitoria. 18/03/15. B. Pro

Reproducción de la firma de Sancho VI el Sabio. B. Pro
Llegué a Vitoria-Gasteiz y, al poco de bajarme del coche, imaginé a Sancho VI, eligiendo el enclave de la aldea de Gastehiz, para fundar una ciudad que le sirviera de defensa frente a Castilla. Y lo vi otorgando los fueros en 1181 al enclave que él denominó Vitoria. Y las almas de los primeros moradores me salieron al paso, recibiéndome con cordialidad, amabilidad y amistad, mientras nos acercábamos a la plaza de la Virgen Blanca y poníamos nuestros pies en la Cuchillería. Y me pregunté cuáles de aquellas calles que pisaba serían las tres primeras que el rey Sabio mandó trazar. Y dónde habrían quedado las piedras de aquellas murallas con las que el rey de los navarros ordenó fortificar la montañuela sobre la que se asentó la ciudad.
Traté de buscar las huellas del tenente Pedro Ramírez, que defendió el enclave durante muchos años. Y me imaginé la ciudad asediada por los castellanos, aprovechando el viaje del rey Sancho VII el Fuerte a tierras africanas. Y casi pude ver al obispo de Pamplona, don García, implorando ante Alfonso VIII que permitiera que un caballero navarro viajara a África al encuentro de Sancho VII, para exponerle cuál era la situación de Vitoria y traer su orden de entregar la ciudad y así evitar que todos los sitiados murieran. Y obteniendo, al mismo tiempo, la palabra del rey castellano de que suspendería las hostilidades mientras llegaba la decisión de su primo. Y pude sentir el obstinamiento de Martín de Chipia, decidido a morir antes de entregar la plaza. Y después su sufrimiento y decepción cuando llegó la orden de Sancho VII el Fuerte de abrir la ciudad a los castellanos. Su corazón encogido mientras veía llegar al caballero navarro.

Y mientras los jugadores entregaban sus camisetas a la afición, que tanto les había apoyado durante los noventa minutos, en mí se instaló un sabor agridulce, igual que el que seguramente sintió Chipia.
Fue como verles entregar sus armas. Y sin embargo todavía mi corazón no se había doblegado, dispuesto a enfrentar una nueva batalla, aunque para librar esta haya que cruzar los mares. Y cuando nos alejábamos de Vitoria-Gasteiz, envueltos en la oscuridad de la noche, sentí que me acompañaban decenas de almas hambrientas y cansadas, al ritmo que marcaba la caballería, derrotados, pero todavía vivos.
 Alavés 3 - Osasuna 0. 18/03/15. Gracias a la afición del Deportivo Alavés por su acogida.

© Begoña Pro Uriarte
Bibliografía:
• Tomo Segundo de los Annales de Navarra. Padre Moret. Pamplona 1695. 
• Historia de la Iglesia y Obispos de Pamplona Real y Eclesiástica del Reino de Navarra. Gregorio Fernández Pérez. Tomo Primero. Madrid 1820. 
• http://es.wikipedia.org/wiki/Vitoria#Fundaci.C3.B3n_y_Edad_Media



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