Almogávares, los guerreros que conquistaron Neopatria. B.P. |
La de Bajo las cenizas de la Navarrería se engendró con un grito almogávar y tiene el sello de Lurte.
Paseaba yo una tarde por las calles engalanadas de la Pamplona medieval; esas que se transforman en el mes de septiembre y por las que yo procuro transitar todos los años, cuando tropecé con ellos. No recuerdo cuál de sus temas interpretaban, pero recuerdo que no pude resistirme a seguirles. Cuando se detuvieron, me acerqué a ellos y me hablaron de su música y de la inspiración que los almogávares tenían para ellos. ¿Casualidad que yo estuviera empezando a escribir los capítulos en que los almogáveres aparecían en mi novela?
Les pedí que me recomendaran uno de sus trabajos y me mostraron Última Frontera. Lo compré. Y esas canciones acompañaron a mis personajes y me sirvieron de inspiración para dar un poco más de empaque a los almogávares. Es cierto que no tienen un peso muy importante en la novela, pero me encantó recrearlos al compás de las notas de los últimos almogávares. Y luego Lurte se quedó conmigo, acompañándome no solo en la escritura final, sino durante todo el tiempo que duraron mis correcciones y el repaso del texto. Y creo que Martín Almoravid tiene algo de sangre almogávar en sus venas.
Pedres de foc, Diyas de Nieu, Sonius de Tesalia, Sangre y barro... y mis preferidas: Viento y marea y La luz del alba, que junto a Brindis de la taberna, del album Neopatria, dotaron de sonido a las páginas de mi novela.
!Gracias, Lurte!
El grupo Lurte por las calles de Pamplona. B.P. |
¿Dispierta fierro! B.P. |
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