domingo, 14 de diciembre de 2008

El tren de segunda

Cuando uno saca un billete y el tren sale de la estación es consciente de que ese tren le llevará al destino elegido. Puede ser, que por el camino, se dé cuenta de que las estaciones por las que pasa no estaban marcadas en su itinerario. En tal caso, se preguntará si se ha equivocado de tren, o si el taquillero se confundió al sacarle el billete. Lo lógico sería que, el individuo en cuestión esperara a la siguiente estación y se bajara del tren. 
No sé si Osasuna se ha dado cuenta en todo lo que llevamos de liga de que  ha comprado el billete equivocado. Ni siquiera sé si es consciente de que se ha montado en el tren que lleva a segunda. Supongo que sí, que a estas alturas, nadie en su sano juicio se empeña en decir que no pasa nada. Entonces, yo me pregunto en qué estado catatónico se ha quedado para no ser capaz de apearse en la siguiente estación y tomar el tren que le lleve en la otra dirección.
Osasuna lleva el triste camino de convertirse en el protagonista de una novela negra. Hace ya tiempo que la segunda le ronda y él, ciego de amor, no se da cuenta de que su diosa viste de negro y lleva la palabra descenso escrita en la frente. Desde el comienzo de temporada frecuenta el bar de la esquina donde un luminoso letrero de neón lanza destellos de perdedor al aire. Gasta en trajes, rosas y whisky una fortuna, mientras su acompañante lleva la daga afilada en el muslo.
Camacho, traído para desatar la venda macabra que el equipo se empeña en llevar en los ojos, no ha conseguido enderezar la marcha descendente del conjunto. Sus números dejan mucho que desear. Me imagino que su cabeza estará dando vueltas a todo este asunto y lo lógico es pensar que después de Navidad, si no antes, se dé cuenta de que su etapita en Osasuna ha llegado a su fin. Por su propia dignidad y palmarés y por la dignidad del equipo navarro.
Por mis palabras se deducirá que soy pesimista, pero yo prefiero creer que soy realista. Cada partido que jugamos es un puro sentimiento de impotencia. Puede ser que un día tengamos mala suerte, que otro día suframos un mal arbitraje, pero después de tanta derrota es de cajón pensar que no damos para más.
Al principio de temporada se dijo que teníamos mejor equipo que el año pasado, que los jugadores eran de mejor nivel y de más calidad. Ante esas manifestaciones, algunas voces experimentadas recordaron que la última vez que se comentó algo así bajamos a segunda.
Y llegados a esta encrucijada ¿qué?
Pues sólo quedan dos caminos.
Uno es asumir las evidencias y preparar al equipo para la que se le viene encima. (Recorte de gastos y de presupuestos, futbolistas de segunda que cobran como los de primera, venta de los jugadores con fichas más altas, reestructuración del organigrama del club...)
La otra es retomar el Sadar, que nuestro estadio se convierta de nuevo ese campo maldito donde la posibilidad de arrancar un punto no estaba ni siquiera imaginada. Donde los jugadores rendían siempre al 125% de sus posibilidades. Y donde cada uno de los once que saltaba al césped sentía el rojo de su camiseta como parte de la sangre que corría por sus venas.  Yo no sé si es porque el día que le cambiaron el nombre por el de Reyno de Navarra alguien se olvidó de bendecirlo, pero está claro que esa denominación no nos da suerte.

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